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2018

Transformaciones

Centro Cultural Paco Urondo

Lugar: Centro Cultural Paco Urondo

Artistas: Cecilia Ivanchevich

Año: 2018

INSTALA[C]CIÓN (o cómo habitar un espacio habitado)

Escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura.

 (atribuido a Frank Zappa, entre otros)

1. Irreversible

La condición de irreversibilidad, inherente al tiempo, es condición de lo musical. El devenir de la música es de manera ineludible, temporal, más que en cualquier otra expresión artística. Así, la materia de la música es tanto el sonido como el tiempo: sin el uno no existe el otro. La música ocurre en tiempo real, en un presente ampliado que, al decir de Jeanne Hersch, contiene el recuerdo tibio de lo reciente y la expectativa abierta al acontecer. En ese continuo, el tiempo de la música consume el del propio tiempo, dejando tras de sí apenas una estela invisible. 

2. Arriba-abajo-cerca-lejos

Dos son los espacios que habita la música: uno, que podríamos llamar “vertical”, alude a lo agudo y lo grave. Si bien para la física no existe arriba o abajo, y no sabemos a ciencia cierta si estamos de pie o patas para arriba, las convenciones nos llevan a mirar hacia lo alto cuando percibimos “lo agudo”, y hacia abajo - con esa misteriosa atracción de la tierra (que otros llaman gravedad)- cuando sentimos la presencia de “lo grave”. El otro espacio se relaciona con la intensidad de los acontecimientos sonoros, con cuán fuerte o suave resultan los sonidos, intensidad que deviene en cercanías o lejanías: el sonido se nos presenta en un espacio alejado o próximo, aunque siempre inasible. 

3. Otros espacios

Pensar el espacio fuera del tiempo es quitarles a los objetos una dimensión que nos atañe. El tiempo de lo inerte, de lo inmutable (nada es inmutable, lo saben las pirámides, los hielos, las fotos de papel), es tiempo que transcurre en nuestra memoria de esos objetos con los cuales vivimos, alrededor de los cuales transitamos, aquellos que habitamos o abandonamos. Las columnas corroídas de los templos, la herrumbre de los naufragios, el árbol que no vemos crecer -pero crece-, las arrugas que nos van habitando: testimonios de un tiempo diferente, que no suena, que parece no transcurrir.

4. Desafíos

Los espacios nos desafían. A habitarlos, a decorarlos, a transformarlos, a forzarlos a adecuarse a nuestra necesidad. Es una negociación habitual que llevamos a cabo cotidianamente -por necesidad o por gusto- con un sentido funcional o estético. 

5. Lo dado

La intervención de Cecilia Ivanchevich en el salón de las columnas del viejo Palace Hotel (donde funciona actualmente el C. C. Paco Urondo, dependiente de la Fac. de Filosofía y Letras, UBA), reviste una condición particular. El lugar es un espacio dedicado a exposiciones de arte y eventos artísticos, de estilo antiguo, con grandes ventanales, amplio y luminoso. Las resonancias de su pasado perduran silenciosas en las molduras, los ángulos, las estrías del piso. Le propusieron a la artista intervenir ese espacio, de manera transitoria, del modo que quisiera imaginar. Y así lo hizo.

6. Habitar el espacio

Al músico le propusieron habitar sonoramente lo que ya habitaba el espacio. Doble ocupación: un espacio virtual sobre uno concreto, y otra virtualidad -la música, el tiempo- en el tiempo de ambos. Algunos desafíos revelan, en su manifestación, el gesto elegante y preciso del guante en el aire. Hay que recogerlo antes de que caiga, o callar.

7. Tiempos, muchos tiempos

La intervención de Ivanchevich comenzó en las paredes, siguió por las columnas y se dispersó por el piso. Líneas -rectas, en general-, ángulos, puntos. Negro sobre blanco, como si el cuadrado negro de Malevich (¡ah, las coincidencias sonoras!) se hubiera dispersado en líneas al infinito, trazando innumerables recorridos. 

8. Entonces, habitamos

Hubieron de llegar los cuerpos, para inventar recorridos azarosos. Hubieron de llegar las voces, para habitar el espacio cantando y nombrando viejas sentencias. Estuvieron los instrumentos, dialogando y poblando el aire con sus armonías. Y volaron los pájaros de papel, con mensajes al oído de los paseantes. Cada uno en un tiempo propio y contemporáneo del resto, colaborando en el habitar, desvaneciendo todo tras de sí.

9. 

Así que, entre los cuerpos, las voces, los instrumentos y los pájaros de papel, el espacio se llenó de otros tiempos. El tiempo inmutable del viejo edificio, con su memoria anclada en las paredes, en los ventanales, en sus infinitos recovecos, convivió con los tiempos virtuales, perecederos y entrañables de los artistas y de sus huellas fugaces.  Y el espacio fue tiempo sonoro.

10. Final

Y hubo una voz que cerró el tiempo del espacio:

 

“Esta es una instalación / esta es una instalación / una operación / o una ópera sin acción /

Una instalación, dijimos / esta es una instalación dentro de otra instalación / 

una acción dentro de una instalación / una acción /

Una instalación es una acción / una acción en el espacio / que instala una acción /

Tenemos, pues, una acción y una instalación / Tenemos, pues, una INS-TA-LAC-CIÓN /

Acción deliberada dentro de la operación de la instalación: INS-TA-LAC-CIÓN /

Nada más / dejar el espacio a solas / para que todo lo dicho / resuene sin fin /

cuando nos hayamos ido / cuando las luces se apaguen / cuando los pájaros duerman / 

y las rectas descansen su sinfín / de puntos agolpados”

 

INSTALACCIÓN contó con el invalorable aporte creativo de María Zegna, de los performers Adriana Viñals, Sophie Lévy, Matt Gusmano y Carolina Dutari, la voz de Nati Iñón, y Gonzalo Pérez en serrucho. La idea y dirección general estuvieron a cargo de Marcelo Delgado.

 

Marcelo Delgado

 

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